Moisés S. Palmero Aranda
Educador ambiental
Nos piden, suplican, e imploran nuestra papeleta, aludiendo al voto útil. Y para todos, el único
voto inútil es el que no les garantiza la mayoría absoluta, no les permite hacer y deshacer a su
antojo, y por el que no pueden olvidarse de pactos, de pérdidas de tiempo y de ponerse en
evidencia. Para mí es todo lo contrario, el voto que evita la mayoría, es el más útil de todos.
La mayoría absoluta mata la democracia, porque evita el debate, el diálogo, el esfuerzo por
garantizar el bien común, la participación y los derechos de los ciudadanos, el progreso social o
el trabajo en equipo para transformar la injusta, desigual y egoísta sociedad en la que vivimos.
La mayoría favorece los despotismos, la imposición de leyes sin consenso que serán derogadas
a la primera oportunidad, la ausencia de pactos de estado en materias básicas, el clientelismo,
la devolución de favores o los abusos de poder.
Qué políticos, que no tienen escrúpulos en mentir a todos los españoles en un debate
televisado; que reprometen promesas incumplidas; que no saben escuchar y se defienden
atacando con el “y tú más”; que llevan la censura a la cultura, el negacionismo, la xenofobia, la
homofobia, el machismo como bandera; que ven la política como una manera de enriquecer
su patrimonio y el de sus amigotes; que quieren poder y presencia multiplicando, como si
fuesen panes y peces, su puñadito de votos; que asumen, encubren y justifican la corrupción
de sus partidos; que se pelean por manejar e influir en la justicia; que pisotean el sentido
común en beneficio de la especulación; que replican consignas en las que no creen; que no
escatiman insultos, injurias o sandeces para desprestigiar y ridiculizar a los que no llevan su
logotipo; que cambian de ideas, de palabras, de actitud al primer aviso del jefe; que se
despiertan de su escaño para disfrazarse con una sonrisa cada cuatro años, me aconsejen
paternalmente que no otorgarles a ellos la mayoría absoluta es desperdiciar mi voto, me
parece de sinvergüenzas, caraduras e impresentables.
Y podría caer en el facilón del “todos son iguales”, con el que nos justificamos para votar el mal
menor, la inacción, la desgana, para no repensar el voto que desde hace cuarenta años
repetimos automáticamente hagan lo que hagan, para equiparar a los que vienen a sumar con
los que llevan años dividiéndonos, restándonos derechos, multiplicándonos por cero, para que
el bipartidismo siempre gane. No, no todos los candidatos a la Presidencia del Gobierno son
iguales, y mucho menos sus programas, por eso votaré a Sumar.
Son varias las razones para apostar por Yolanda Díaz. Su forma de actuar, de conseguir el
consenso de la izquierda; del valor para deshacerse de la alargada sombra de Iglesias; porque
habla, mientras otros se pelean, de los problemas que la ciudadanía tiene en el día a día, lo
que les preocupa y de lo que se ocupan; de libertad de expresión; de emergencia climática; de
participación; de controlar a los bancos; a las eléctricas; de abaratar la cesta de la compra; de
regular los alquileres; de renta básica universal; del salario mínimo interprofesional; de
movilidad en las ciudades; de garantizar una educación y sanidad de calidad; de proteger a los
jóvenes, a los mayores, a las mujeres, a las clases más bajas y a los colectivos desfavorecidos.
Son muchas las razones que me llevan a ello, pero hay una que está por encima de todas las
demás, y es la posibilidad de que Manolo Pérez Sola, represente a la provincia de Almería en el
Congreso de los Diputados.
Docente, activista, jubilado y un ejemplo para todos. Comprometido con la ecología política,
con el patrimonio cultural y ambiental, con el arte, con los jóvenes, con el mundo rural, con la
participación ciudadana, con el tren de cercanías frente al vehículo privado, con las ciudades y
barrios amables, con la regeneración de nuestros montes, humedales, ramblas y océanos, con
los recursos hídricos de la provincia, con los sistemas de gestión de nuestros residuos, con las
energías renovables, con una agricultura sostenible.
Un ciudadano que hace política social, que lleva la voz del pueblo por bandera, qué está en la
calle y conoce lo que preocupa a los vecinos, que llega a la política sin necesidad de hacer
carrera, con la experiencia de su trayectoria profesional y que sabe que los jóvenes y la
educación son el futuro para transformar la vida del país.
Sumando espero que llegue el momento en que les recuerde a todos los diputados, como hizo
Alonso Quijano a su escudero, “que cambiar el mundo, querido Sancho, no es locura, ni utopía,
sino justicia”.